D e volar y volar camino a Tucumán, Nasser Al Attiyah terminó de capa caída, sin ganas de hablar y ansisoso por analizar con su entorno de lo que había pasado en esta etapa 8 insólita, con cambios de resultados y golpes imprevistos para el Príncipe y su equipo. Todo comenzó por la cancelación de varios especiales del día, culpa de la crecida de un río que complicó el panorama a más de uno.
Al qatarí no tanto, aunque al final sí, porque cuando él voló sobre los caminos catamarqueños, la bandera roja de suspensión lo dejó con las manos vacías. ¿Por qué? Simplemente porque hubo una serie de reordenamientos en el cronómetros, una toma de tiempos parciales y una resolución con título (pese a que no lo es) de castigo para Al Attiyah. Donde mejor manejó y sacó ventaja, hubo un corte de tiempo. Chau, a pensar en el descanso en el "Jardín" y a analizar lo que viene.
Un dolor de cabeza
Para colmo de complicaciones, Nasser llegó entrada la noche al vivac, sin siquiera recibir el saludo del público que lo esperaba ansioso. Ni el presentador estaba cuando a eso de las 21.20 el Buggy entró por el circo hípico.
Apenas levantó las manos, sonrío y condujo su máquina hacia su búnker. Punto. Fin del día para el qatarí. "Disculpen, están viendo una temas del breafing (la hoja de ruta) y después saldrá a charlar con ustedes", decía disculpándose Walter Nessi, prensa de Red Bull.
Lástima, la reunión entre mecánicos, manager y pilotos se pasó de rosca. No hubo lugar a la nota con el genio de los caminos dakarianos. Tampoco daba, el horno no estaba para bollos. Menos cuando Al Attiyah se relamía en la cima que después de la quitaron en un escritorio.